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En la ratonera todos los ratones se afanaban en trabajar. Pero el más pequeño, que era muy curioso, había pedido a su Hada Madrina un regalo especial para no aburrirse nunca: - Toma este montón de libros - había dicho el hada. Mientras los demás se afanaban, el ratón pequeñito aprendió a leer y se pasaba grandes ratos con sus libros. Los demás no lo entendían y pensaban que debía aburrirse mucho. Pero llegó el invierno. Pasaban el día encerrados, porque hacía mucho frío, y todo el trabajo estaba hecho. Se aburrían muchísimo, pues en la ratonera no había mucho sitio para jugar. Entonces el ratón pequeñito comenzó a leer en voz alta sus libros. Los demás le oían y descubrieron que era tan divertido que ni siquiera echaban de menos sus juegos. El Hada de los Libros les miraba por la ventana y sonreía; su ahijado iba a necesitar pronto nuevos libros para leer a sus familiares. |