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Era verano y el zorro se rascaba sin parar, pues estaba lleno de pulgas y no conseguía quitárselas de encima. Pensó una solución y se le ocurrió una buena idea... Cogió una pluma con la boca y se fue al río. Se metió en el agua y, en cuanto el agua le cubrió las patas, todas las pulgas se fueron a su lomo. Cuando el agua le cubrió el lomo, se pusieron las pulgas en su cabeza. Y, cuando sólo quedó fuera del agua la punta de su morro, saltaron a la pluma para no ahogarse, pues ya se sabe que a las pulgas no les gusta el agua. Entonces, el zorro soltó la pluma, que se fue río abajo con todas las pulgas encima, y él quedó libre de ellas. Nunca se vio animal tan listo y astuto. |